La conservación de la acuarela ¿un arte eterno?

“El tiempo ennoblece al óleo y destruye la acuarela y el pastel”

Esta frase de Alfred Stevens incluida en su célebres Impresiones sobre la pintura (1886) resume el conflicto histórico sobre la durabilidad de los diferentes medios artísticos. Mientras que el óleo se ha mantenido como símbolo de permanencia y robustez, la acuarela y el pastel han enfrentado retos constantes debido a su vulnerabilidad a los elementos, especialmente a la luz.

Abraham Ducros y sus consejos para conservar las acuarelas

Abraham Ducros, acuarelista de finales del siglo XVIII, entendía muy bien esta fragilidad. Tanto es así que adjuntaba a sus obras pequeños impresos con consejos de conservación, algo inusual para la época. En esos breves manuales, sugería precauciones para el tipo de enmarcado y, lo más curioso, recomendaba adaptar una pequeña cortina sobre el marco que “l’on tire pour voir” (se tira para ver) para proteger la acuarela de la luz solar.

Este sencillo pero ingenioso método de protección revela hasta qué punto los artistas eran conscientes de la vulnerabilidad de sus obras ante la luz. Las acuarelas, al ser más delicadas que el óleo, requerían cuidados especiales si se deseaba que sobrevivieran al paso del tiempo.

La luz, esa gran enemiga

Desde siempre, la luz solar ha sido vista como el peor enemigo de las acuarelas. Los colores vibrantes que definen este medio pueden desvanecerse con la exposición prolongada. Sin embargo, lo paradójico es que la luz también es esencial para apreciar la belleza de una acuarela. Los críticos de la época, sabiendo esto, aconsejaban a los espectadores visitar las exposiciones de acuarelistas durante el día, para evitar la luz artificial de gas, que “falseaba los tonos”.

Este dilema sigue presente hoy en día: mientras que el óleo soporta el paso del tiempo y el desgaste de la luz, la acuarela requiere de cuidados meticulosos para conservar su delicada frescura. Como Ducros bien supo prever, la relación entre la luz y la acuarela es una de constante tensión, donde el equilibrio entre exposición y protección se convierte en un arte en sí mismo.