La revolución de la acuarela en España: de Alenza a Fortuny


Los primeros pasos de la acuarela en España
A mediados del siglo XIX, la acuarela empezó a ganar terreno en España, aunque su introducción fue un tanto accidental. Según Avilés, la primera caja de colores en pastillas que llegó al país fue un regalo de una dama inglesa a Leonardo Alenza hacia 1840. Esta dama no solo le dio la caja, sino que además le explicó las maravillas de la acuarela, un medio "tan de uso y moda en Inglaterra". A pesar de esto, Alenza solo acuareló algunos de sus dibujos, y fue Cosme Algarra quien realmente abogó por la autonomía de la acuarela como arte, tras haber estudiado en Inglaterra entre 1851 y 1857.
Algarra, quien impartía clases en su taller y en la Sociedad de Bellas Artes, ayudó a popularizar la técnica en Madrid. Sin embargo, la enseñanza académica no le daba la importancia que merecía a la acuarela, lo que motivó a pintores como Casado del Alisal y Juan Martínez de Espinosa a fundar una asociación dedicada a su difusión. Esta asociación, que impartía clases nocturnas con modelo del natural, se ubicó inicialmente en la Academia de San Fernando, y en 1874 pasó a llamarse Sociedad de Acuarelistas de Madrid.
La revolución de Fortuny
Cuando el pintor Mariano Fortuny llegó a Madrid en 1866, procedente de Italia, trajo consigo una auténtica revolución técnica. Acompañado por Cosme Algarra y José Vallejo, Fortuny visitó el Museo del Prado para realizar diversas acuarelas. Según el propio relato de Algarra, Fortuny se destacaba por su audacia al pintar: mientras Algarra y Vallejo dibujaban cuidadosamente los contornos de sus copias, Fortuny aplicaba el color de manera espontánea y con una libertad que asombraba a todos.
El estilo de Fortuny era tan innovador que Sans Cabot, amigo del artista, describió su impacto como una "completa revolución" en el mundo de la acuarela. Las obras de otros acuarelistas parecían pálidas y triviales en comparación con las de Fortuny, que parecían "pintadas con colores desconocidos" por su brillantez, transparencia y luminosidad. No en vano, el célebre pintor Meissonier llegó a decir que Fortuny era el único que le había inspirado celos.
El auge de la acuarela en Barcelona
A partir de 1860, la acuarela también ganó popularidad en Barcelona, donde se formaron diversas asociaciones que promovieron este género artístico. La más destacada fue el Centro de Acuarelistas, fundado en 1882 tras la anexión de los acuarelistas del Café Novedades. Este centro, además de impartir clases y fomentar la creación artística, tenía como objetivo crear una biblioteca de consulta especializada y un museo de obras de arte.
Tomás Moragas, gran amigo de Fortuny y destacado acuarelista, jugó un papel fundamental en la propagación de la acuarela desde su taller-escuela en la calle Ample de Barcelona. La primera exposición del Centro de Acuarelistas en 1885 incluyó 349 obras, destacando la presencia de acuarelas que, en algunos casos, superaban en precio a muchos óleos, demostrando el prestigio que había alcanzado este medio en el mercado nacional.
La acuarela, en manos de artistas como Fortuny y Moragas, pasó de ser un arte menor a ocupar un lugar destacado en la escena artística española del siglo XIX.