Las acuarelistas del siglo XIX

La acuarela: el arte femenino por imposición

La acuarela, una técnica más ligera y delicada que el óleo, fue considerada durante mucho tiempo como la opción artística más apropiada para las mujeres. Esta idea surgió en Francia a mediados del siglo XVIII y se extendió rápidamente por toda Europa durante el periodo del Imperio, convirtiéndose en una actividad común entre las clases bienestantes. La razón principal era que la acuarela, a diferencia del óleo, era inodora y mucho menos sucia, lo que la hacía más aceptable en un entorno femenino.

Anatole France, en sus escritos, nos da una idea de cómo era percibida esta práctica artística en el siglo XIX. En una escena que describe la habitación de una dama de 1815, menciona "un arpa y una caja de acuarelas" como herramientas de ocio, mostrando cómo la pintura a la acuarela se integraba perfectamente en la vida doméstica y refinada de las mujeres de la época. La pintura al óleo, por otro lado, era vista como vulgar y poco adecuada para los gustos femeninos.

Obstáculos para las artistas

A pesar del auge de la acuarela entre las mujeres, las barreras para acceder a una formación artística completa eran numerosas. Uno de los mayores impedimentos era la prohibición de asistir a clases de dibujo con modelos desnudos, una práctica imprescindible para dominar la anatomía humana. Esta limitación restringía el desarrollo artístico de las mujeres y las condenaba a temas considerados más "apropiados", como las flores o los paisajes.

En la novela Renée Mauperin de los hermanos Goncourt, se refleja el conflicto de una joven apasionada por la pintura al óleo, una técnica considerada inadecuada para su género. La protagonista se lamenta de que su familia esté desolada porque le gusta pintar al óleo, lo que la obliga a limitarse a pintar “rosas a la acuarela”. Este tipo de narraciones literarias refleja la tensión entre la pasión artística y las expectativas sociales de la época.

Nobles y artistas: pioneras de la acuarela

A pesar de los obstáculos, muchas mujeres de la nobleza europea destacaron en el arte de la acuarela. Entre ellas, se encuentran Carlota y Matilde Bonaparte, sobrinas de Napoleón, quienes fueron grandes aficionadas a esta técnica. También, las infantas Doña Paz y Doña Eulalia de Borbón, hermanas del rey Alfonso XII de España, cultivaron este arte. Doña Paz, de hecho, fue presidenta honoraria de la Sociedad de Acuarelistas de Madrid y ambas participaron en la exposición de 1882.

En este contexto, Madame Cavé, discípula de Delacroix y retratada por Ingres, jugó un papel crucial como autora de uno de los manuales más influyentes de la época: L’Aquarelle sans maître, méthode pour apprendre l’harmonie des couleurs (1851). Este libro, dirigido especialmente a las jóvenes aspirantes a artistas, se reeditó en 1856 y ofrecía un método claro y accesible para aprender a dominar la acuarela. Madame Cavé, amiga de numerosos intelectuales, fue una de las grandes impulsoras de la enseñanza artística para mujeres en el siglo XIX.

La acuarela se convirtió en el refugio artístico de muchas mujeres en una época en la que las restricciones sociales y las expectativas de género limitaban su acceso a otras formas de expresión artística. A través de esta técnica, las mujeres encontraron una vía para cultivar su creatividad y, aunque enfrentaron numerosas barreras, muchas lograron destacar y dejar su huella en la historia del arte.